DESARROLLO
PRENATAL Y NACIMIENTO
Desde el momento
de la concepción, son muchos los cambios que experimenta esa primera célula
hasta convertirse en el ser humano que encontramos en el momento del parto.
Estas transformaciones se producen a lo largo de tres períodos principalmente
(Berger, 2006):
Período germinal:
Este período va desde la concepción hasta la tercera semana, y en éste las
células comienzan a multiplicarse y a diferenciarse. En concreto, a medida que
aumentan, las células se dividen en dos zonas; una externa que se convertirá en
la placenta, y una interna que darán forma al embrión.
Período
embrionario: Desde la tercera a la octava semana de gestación se forma el
denominado embrión, y todos sus órganos, corazón, cabeza, brazos, piernas,
ojos, nariz y boca… También en este período se formará el tubo neural que más
adelante será el sistema nervioso central.
Período fetal:
Desde la novena semana hasta el nacimiento el organismo pasa de denominarse
embrión a llamarse feto, y se producen las mayores transformaciones del
desarrollo prenatal. De ser un organismo indiferenciado pasa a ser un organismo
sexuado, con la formación de los órganos sexuales. El corazón tiene un ritmo
más fuerte, y brazos y piernas se desarrollan más, con la formación de dedos y
uñas. Otros órganos como el digestivo y excretor se desarrollan completamente.
El sistema nervioso empieza a funcionar de forma clara hacia la mitad del
embarazo, produciéndose paulatinamente el desarrollo cerebral. En los últimos
meses se perfeccionan los sistemas respiratorio y cardiovascular, lo que
determina la asistencia de los niños nacidos de forma prematura.
Algunos de los
factores que pueden amenazar el desarrollo y afectar al período gestacional y
posterior nacimiento provienen directamente de la madre y son: dieta de la
madre, edad de la madre, apoyo prenatal de la madre, salud de la madre, consumo
de drogas por parte de la madre.
Aunque el padre y el entorno también pueden
influir sobre el feto, la madre es la principal fuente de influencia ambiental
del niño en gestación. Estos factores posibles causantes de daños, denominados
“teratógenos”, pueden afectar de forma distinta en función del momento de la
gestación en que se den. El período de mayor susceptibilidad para que un
teratógeno produzca un determinado daño se denomina período crítico, y éstos
varían en función del órgano en desarrollo.
Una vez que se ha
completado el desarrollo prenatal se produce el nacimiento. El parto pasa
fundamentalmente por tres etapas; en la primera las contracciones se espacian
cada 10 minutos y duran poco, y se intensifican progresivamente hasta abrir el
cuello del útero completamente, en la segunda se produce propiamente la salida
del bebé a través del canal del parto, y en la tercera el cordón umbilical y la
placenta son expulsados.
El bebé recién
nacido pasa una evaluación para controlar sus primeras respuestas denominado
test de Apgar. Este test se pasa al minuto y a los 5 minutos del nacimiento.
Esta evaluación tiene en cuenta la apariencia, el pulso, los gestos y muecas,
la actividad y la respiración del recién nacido.
Por último, es
interesante resaltar algunas de las capacidades innatas que se observan en el
niño recién nacido, en cada uno de los ámbitos de estudio:
Desarrollo físico:
El recién nacido viene equipado con una serie de conductas reflejas que
garantizan su adaptación al medio, como son el reflejo de succión, el reflejo
de deglución y el reflejo de búsqueda.
Desarrollo
cognitivo: El recién nacido manifiesta unas capacidades sensoriales que le
permiten experimentar el nuevo medio en el que se encuentran. Así, el bebe
desde el primer día puede ver y oír, así como sentir a través del tacto, el
gusto y el olfato.
Desarrollo social:
Además, el recién nacido es capaz de mantener la interacción, imitando las
conductas de otros y desde muy pronto discrimina las emociones más básicas.
DESARROLLO
HUMANO EN LA INFANCIA
En el período que
va desde el nacimiento hasta los dos años, el bebé experimenta notables cambios
en todas las áreas de desarrollo:
Desarrollo físico
Aunque existen
muchas diferencias individuales, los bebés crecen a gran velocidad durante los
dos primeros años, como prueba el hecho de que el bebé a los dos años pese
alrededor de cuatro veces su peso al nacer. En cuanto a la altura, alrededor
del primer año miden una media de 76 cms., y un año después alrededor de 91
cms. Aunque todas las partes del cuerpo experimentan crecimiento, no todas lo
hacen en la misma proporción.
Esta idea responde
a uno de los cuatro principios que rigen el crecimiento en la infancia:
Principio
cefalocaudal, por el que la dirección del crecimiento va desde la cabeza hasta
los pies.
Principio
próximodistal, por el que el desarrollo va desde las partes del cuerpo más
cercanas al eje corporal hasta las más alejadas.
Principio de integración
jerárquica, por el que las habilidades simples se adquieren de forma
independiente, y posteriormente se integran para formar habilidades más
complejas.
Principio de
independencia de los sistemas, por el que distintos sistemas corporales crecen
en distinta proporción.
En lo que se
refiere al desarrollo motor, son también muchos los logros que se adquieren en
este período del desarrollo. Según Palacios, Marchesi y Coll (1999), en el
momento del nacimiento el bebé llega equipado con una serie de reflejos que no
están bajo su control y que le permiten responder al medio, y posteriormente el
niño adquiere mayores niveles de control sobre sus capacidades motoras, en dos
áreas fundamentalmente: habilidades motoras gruesas, y habilidades motoras
finas.
De esta forma, la
mayor parte de los reflejos desaparecen progresivamente, otros se convierten en
acciones voluntarias, y otros permanecen toda la vida, como el reflejo de
parpadeo. Desde las primeras semanas de vida, en que nos encontramos un bebé
con movimientos incontrolados y poco coordinados, hasta los dos años, en los
que el bebé presenta movimientos voluntarios y coordinados, se han producido
muchos de los hitos más importantes del desarrollo motor, como son; sentarse
sin apoyo, agarrar con el pulgar y el índice, caminar, subir escaleras,
corretear o saltar en el lugar.
En cuanto al
desarrollo de los sentidos, encontramos los siguientes avances (Feldman, 2007):
Respecto a la
percepción visual, los bebés desarrollan muy pronto tanto la agudeza visual (alrededor
de los seis meses), como la visión binocular (alrededor de las 14 semanas), o
la percepción de la profundidad (seis meses aprox.), además de mostrar claras
preferencias por los estímulos simples, las líneas curvas, las figuras
tridimensionales y sobre todo, los rostros humanos.
En relación a la
percepción auditiva, a lo largo de este período aumentan su sensibilidad
acústica, su capacidad de localización del sonido, la habilidades de
discriminación auditiva, y una clara preferencia de la voz materna sobre
cualquier otra.
En cuanto al
tacto, los estudios reconocen altos niveles de sensibilidad táctil en los
niños, además de sensibilidad al dolor.
Por último, en
cuanto a la percepción multimodal, o combinación de uno o más sentidos, también
se aprecian notables avances en esta capacidad, como prueba el hecho de
reconocer visualmente un objeto que previamente había explorado con la boca.
Desarrollo cognitivo
Respecto a esta área del desarrollo, el autor por excelencia ha sido Piaget, al ser el primer evolutivo que realizó una sistemática descripción del comportamiento de los bebés, a los que consideró activos exploradores de la realidad y constructores de su propia inteligencia en interacción con los objetos de su entorno (Palacios, Marchesi y Coll, 1999).
Respecto a esta área del desarrollo, el autor por excelencia ha sido Piaget, al ser el primer evolutivo que realizó una sistemática descripción del comportamiento de los bebés, a los que consideró activos exploradores de la realidad y constructores de su propia inteligencia en interacción con los objetos de su entorno (Palacios, Marchesi y Coll, 1999).
Para describir el
desarrollo de la inteligencia en este período, Piaget propuso esta etapa como
“estadio sensoriomotriz”, que a su vez dividió en distintas subetapas:
Subestadio 1 (0-1
mes), o etapa de la actividad refleja. Los bebés utilizan sus reflejos innatos
para asimilar objetos nuevos y acomodar sus reflejos a los nuevos objetos.
Subestadio 2 (1-4
meses), en el que aparecen los primeros actos no reflejos o acciones
voluntarias y su repetición, lo que Piaget denominó “reacciones circulares
primarias””, centradas siempre en el cuerpo del bebé.
Subestadio 3 (4-8
meses), en el que el bebé aprende de su acción sobre los objetos, lo que lleva
a la repetición de las mismas o “reacciones circulares secundarias”, centradas
siempre en un objeto externo. Además el bebé comienza a imitar las conductas
adultas.
Subestadio 4 (8-12
meses), dónde realmente aparece la conducta intencional por parte del bebé, es
capaz de coordinar esquemas secundarios, progresa en la imitación adulta, y
muestra la denominada permanencia del objeto.
Subestadio 5
(12-18 meses), en el que el bebé inventa variaciones para sus acciones sobre
los objetos, y métodos de ensayo y error con el fin de observar las
consecuencias de sus actos, lo que Piaget denominó “reacciones circulares
terciarias”.
Y subestadio 6
(18-24 meses), etapa en la que comienza propiamente el pensamiento, y el niño
es capaz de ensayar mentalmente acciones antes de llevarlas a cabo de forma
real, por la interiorización de los esquemas a nivel mental o creación de
símbolos. El niño además es capaz de realizar imitaciones diferidas y de poner
en marcha el juego simbólico.
Pero no solo la
inteligencia del bebé avanza vertiginosamente en el período de la infancia. La
memoria, por ejemplo, se observa en bebés de dos meses que aprendieron la
asociación entre el movimiento de un móvil y el pataleo, y lo recordaron hasta
dos semanas más tarde. Alrededor de los seis meses, esa huella mnésica puede
perdurar hasta seis semanas más tarde al establecimiento de la asociación. No
obstante, cuando comparamos a los niños de esta edad con niños algo mayores,
observamos que en la infancia la memoria aún es bastante frágil y se refiere a
hechos y situaciones muy sencillas.
Otra de las
habilidades en las que los bebés demuestran grandes competencias en la
adquisición del lenguaje. Aunque existen numerosas teorías que intentan
explicar el origen de esta adquisición, nosotros nos centraremos únicamente en
describir los hitos que alcanza el niño a nivel lingüístico durante este
período.
Así, a nivel de
producción del lenguaje encontramos que:
El recién nacido
viene equipado con un repertorio de conductas que, fruto de la interacción con
los adultos significativos, posteriormente se vuelve más cultural y arbitrario.
Hacia los 3 meses
aparecen los primeros sonidos guturales.
A los 6 meses
aparece el balbuceo y la capacidad de señalar.
A los 8-9 meses son
capaces de producir “protopalabras”.
Hacia los 12 meses
aparecen las primeras palabras.
Entre los 12 y 18
meses se encuentran las primeras 50 palabras y el uso de estrategias
fonológicas.
Y entre los 18 y
24 meses sigue aumentado el vocabulario y los niños son capaces de producir sus
primeras oraciones simples.
Es importante
resaltar que existen grandes diferencias individuales en la adquisición del
lenguaje, y que no todos los niños siguen la misma ruta para la adquisición del
léxico. Así, Nelson distingue entre los niños referenciales, o aquellos cuyas
primeras palabras se refieren a objetos y nombres comunes, y niños expresivos,
o aquellos cuyas primeras palabras son de uso personal social y con función
gramatical.
Desarrollo social
y de la personalidad
Durante la
infancia, uno de los aspectos más importantes para el desarrollo socio-afectivo
del bebé va a ser la formación de los vínculos de apego con sus cuidadores.
Este vínculo se desarrolla a lo largo del primer año de vida en las siguientes
fases (Palacios, Marchesi, y Coll, 1999):
Desde los 0 a los
3 meses, se observa en el niño una predisposición por los miembros de su
especie, aunque aún no manifiesta preferencia entre éstos.
Desde los 3 a los
6 meses se observa una preferencia por los adultos que lo cuidan, aunque sin
rechazo a los desconocidos.
Desde los 6 a los
9 meses se detecta ya una clara preferencia por las figuras de apego, que se
expresa con protesta ante la separación, y un alto rechazo a los desconocidos.
Desde los 9 a los
12 meses se observa una cierta independencia de las figuras de apego y una
reactivación de la protesta ante la separación en situaciones críticas.
Ainsworth
desarrolló una prueba de laboratorio para la medida del apego, la denominada
“situación extraña”, y a partir de ésta clasificó a los niños en 3 tipos de
apego:
Apego seguro, en
el que el niño exploraba el ambiente en presencia de la madre, mostraba
ansiedad (aunque no intensa) ante la separación, y bienestar ante el
reencuentro.
Apego
ansioso-ambivalente, en el que el niño era incapaz de explorar el ambiente en
presencia de la madre, mostraba altos niveles de ansiedad ante la separación y
reacciones ambivalentes ante el reencuentro y gran dificultad para ser
consolados.
Apego
ansioso-evitativo, en el que el niño explora el ambiente, presenta nula o
escasa ansiedad ante la separación y evitación de la madre en el reencuentro.
Posteriormente se ha definido un cuarto tipo de apego, el apego desorganizado,
que muestran altos niveles de desorientación y conductas contradictorias.
DESARROLLO
HUMANO EN LOS AÑOS PREESCOLARES
Nuevamente vamos a
dividir los logros alcanzados en estos años (2-6 años), en distintas áreas de
desarrollo.
Desarrollo físico
Respecto al
crecimiento, en esta etapa se observa un aumento regular de la talla y el peso,
aunque a un ritmo más lento que en los dos primeros años. Al igual que ocurría
en la infancia, en estas edades se observan grandes diferencias individuales en
cuanto al crecimiento se refiere. También se observan cambios en la forma y
estructura corporal.
Con respecto al
desarrollo motor, también se aprecian importantes logros tanto en independencia
como en coordinación. Y asistimos en estos años al desarrollo de la
lateralidad, o preferencia por el uso de una mano sobre otra. La dominancia
lateral implica dominancia cerebral contralateral, lo que significa que los
zurdos presentan dominancia cerebral derecha y los diestros dominancia cerebral
izquierda.
En cuanto al
desarrollo de la grafomotricidad, en estas edades se observan los primeros
garabatos, o relación entre la producción gráfica y objetos externos, y un
mejor control del trazo.
Desarrollo
cognitivo
En los años
preescolares según Piaget la inteligencia de los niños atraviesa la denominada
“etapa preoperacional”. Esta etapa se caracteriza por un incremento del
pensamiento simbólico, lo que permite un uso más sofisticado del lenguaje. No
obstante, Piaget describe las habilidades del niño de esta etapa en negativo, y
considera esta etapa un proceso de transición hacia la etapa donde se da
propiamente el razonamiento lógico, la “etapa de las operaciones concretas”.
Así, el niño preoperacional se puede considerar; (1) atrapado por la apariencia
perceptiva de los objetos, (2) incapaz de relacionar estados iniciales y
finales de un proceso, (3) incapaz de usar el pensamiento reversible, (4) razonando
de forma transductiva y no lógica, (5) Egocéntrico.
No obstante,
muchos autores actuales consideran que Piaget infravaloró las capacidades del
niño preoperacional, y que aplicando pruebas de evaluación más adaptadas se
consiguen mayores niveles de rendimiento por parte del niño.
Respecto a otras
capacidades cognitivas, en estas edades encontramos los primeros signos de
memoria autobiográfica, aunque todavía no alcanza la precisión de los años
escolares.
En esta etapa
encontramos que el niño ya es capaz de captar regularidades situaciones y
empieza a agrupar el conocimiento en esquemas (conocimiento temático) y
categorías (conocimiento taxonómico).
En relación al
lenguaje, el niño muestra grandes progresos a nivel de sintaxis, pues la
longitud y complejidad de las oraciones que forma se incrementa notablemente.
Además, sigue incrementándose el vocabulario de una forma vertiginosa, de
manera que hacia los 6 años poseen alrededor de 14000 palabras. En estas edades
el niño empieza también a dominar las reglas gramaticales, aunque pueden
cometer errores de sobre regularización, al querer aplicarlas de forma
demasiado estricta. Por último, aparece en esta etapa el habla privada (hablar
para sí mismo), lo que para muchos contribuye al desarrollo de la pragmática, y
se perfecciona el habla social.
Otra habilidad
cognitiva que aparece en estos años es la denominada “teoría de la mente”, o
comprensión de los procesos mentales humanos. A partir de los 4 años, los niños
son capaces de entender que otra persona puede poner en marcha procesos
mentales distintos a los suyos. Por último, otras de las capacidades cognitivas
que aparecen en esta edad tienen que ver con el razonamiento probabilística y
aritmético y el uso de las normas.
Desarrollo social
y de la personalidad
Una vez formados
los vínculos de apego, las relaciones entre los padres e hijos en los años
posteriores están marcadas por los estilos de crianza desarrollados por los
padres con el fin de socializar a sus hijos. Estos estilos los podemos dividir
en:
Estilo
autoritario, caracterizado por altos niveles de control y exigencia y escasas
muestras de afecto.
Estilo
democrático, caracterizado por altos niveles de control y exigencia, pero
también altos niveles de afecto y comunicación.
Estilo indulgente,
con bajos niveles de control y exigencia, y altas muestras de afecto.
Estilo negligente,
con bajos niveles de control y exigencia y bajas muestras de afecto, lo que se
asocia a patrón de abuso y malos tratos.
Respecto al
desarrollo emocional, en estos años encontramos que las emociones se hacen cada
vez más específicas con ayuda del lenguaje, y los niños comprenden mejor las
emociones, asociándolas a contextos específicos.
Respecto a su capacidad de
autorregulación emocional, en estos años los niños siguen perfeccionando esta
capacidad, dependiendo cada vez menos de los adultos para adaptar la intensidad
y expresión emocional de forma socialmente correcta.
En los años
preescolares los niños van desarrollando su conciencia del yo, aunque su
autoconcepto todavía se basa en características muy concretas y poco
abstractas, por lo que se considera cambiante y arbitrario. En cuanto a la
autoestima, los niños se valoran en dimensiones relacionadas con la competencia
física, académica, y la aceptación por parte de los iguales y de los padres.
En esta etapa los
niños desarrollan la identidad de género, y a lo largo de estos años toma
conciencia de que el género es un rasgo invariante que permanece más allá de la
apariencia perceptiva.
En sus relaciones
con otros, los preescolares desarrollan relaciones con los iguales basadas en
la reciprocidad y la ayuda mutua, donde tienen cabida tanto las respuestas
agresivas como las prosociales, y donde abunda el juego social sobre el individual.
Por último, en
relación al desarrollo moral, los niños preescolares dan muestras de conductas
morales primitivas.
Según Piaget, esta etapa sería de la denominada de
“heteronomía moral”, donde los niños aún no son flexibles en su aplicación de las
normas, y miden la bondad del acto no por la intención sino por el resultado.
En esta etapa los niños dan muestras de una obediencia y respeto absoluto a las
normas de los adultos. Otro autor muy importante en el área del desarrollo
moral, Kohlberg, considera que los niños preescolares se encuentran en el
estadio de “moral preconvencional”, según el cual los juicios del niño se
basarán en sus figuras de autoridad, pero serán reflejo de su egocentrismo y de
su inflexibilidad a la hora de discriminar las buenas de las malas intenciones.
DESARROLLO
HUMANO EN LA NIÑEZ
Tal como venimos
haciendo a lo largo del capítulo, resumimos los logros adquiridos por los niños
en esta etapa (de los 6 a los 12 años) en las siguientes áreas de desarrollo.
Desarrollo físico
El crecimiento
sigue ralentizándose, en proporción al crecimiento observado en los años
anteriores. Uno de los aspectos que preocupan a esta edad es el aumento de la
obesidad infantil, producto de los malos hábitos alimenticios y la vida
sedentaria.
Respecto al
desarrollo motor, en los años escolares siguen afianzándose nuevos logros
motores, como son balancearse sobre un pie con los ojos cerrados, caminar sobre
una barra de equilibrio, saltar cada vez más alto y correr a mayor velocidad.
Además, sus habilidades motoras finas también se perfeccionan y son capaces de
mecanografiar y pintar dibujos con multitud de detalles.
Desarrollo
cognitivo
Piaget denomina
esta etapa de la inteligencia como “etapa de las operaciones concretas”, lo que
supone el uso por parte del niño del pensamiento lógico. Además, esta nueva
etapa se caracteriza por una superación por parte del niño de su egocentrismo
inicial, lo que le permite tener en cuenta multitud de aspectos de una
situación. Alcanzan el concepto de reversibilidad, y son capaces de
“conservar”. No obstante, este período también presenta limitaciones, como son
su dependencia de una realidad física concreta y su imposibilidad de razonar
sobre lo abstracto.
En relación a la
memoria, en esta etapa mejora la capacidad de memoria a corto plazo y de la
metamemoria. También se observa una mejora en el uso de estrategias de
almacenamiento y recuperación de la información. Estos logros se deben a
cambios no estructurales, relacionados con la forma de utilizar la memoria por parte
del niño. Además, los niños aumentan la velocidad de procesamiento de la
información, por lo que se vuelven pensadores más rápidos.
Respecto al
lenguaje, en estos años asistimos a un dominio de la mecánica del lenguaje. El
vocabulario sigue multiplicándose progresivamente, y también mejora el uso de
la gramática y las habilidades conversacionales, lo que supone un cierto
control de la pragmática del lenguaje. No obstante, estos logros se han de
seguir perfeccionando, y el habla del niño aún guarda cierta distancia con la
del adulto. Otra de las habilidades que mejora el niño es la conciencia
metalingüística, o la comprensión sobre el uso del propio lenguaje.
Desarrollo social
y de la personalidad
En las relaciones
dentro del hogar, en los años escolares puede avivarse la rivalidad entre
hermanos, que se hace más intensa cuando presentan el mismo género y edad
similar. Para no avivar la competencia entre los hermanos, es importante que
los padres eviten las comparaciones y valoren las cualidades de cada uno de
forma independiente. No obstante, las relaciones entre hermanos también
fomentan las habilidades sociales y de resolución de conflictos. Los hijos
únicos pierden estos beneficios, pero a cambio suelen presentar mayores niveles
de adaptación, autoestima y motivación de logro.
En relación al
desarrollo emocional, los niños escolares son capaces de comprender las
“emociones contradictorias”, y perfeccionan sus habilidades de autorregulación
como consecuencia de sus mejoras en sus habilidades metacognitivas.
Con respecto al
conocimiento de sí mismo, los niños en esta etapa dan muestras de poseer un
conocimiento más diferenciado, coherente, abstracto y estable de sí mismos.
Su
autoestima también se hace más diversificada y compleja y en estos años se mide
por la competencia física, académica, y la aceptación por parte de los iguales.
En las relaciones
con otros observamos varios cambios. Por un lado, progresos en las respuestas
empáticas, y en la toma de perspectivas y representación de los estados
mentales de otros. Por otro lado, observamos cambios en su concepto de amistad,
que pasa a basarse en la reciprocidad, el apoyo, la confianza y la
compatibilidad psicológica, y que se hace más estable con la edad. En general,
en estos años asistimos a una mejora en las habilidades sociales necesarias
para la interacción social.
El tipo de interacción preferida son los juegos de
reglas y el tiempo para charlar. También observamos un aumento tanto de las
conductas agresivas como de las prosociales en la interacción con los iguales.
Estas conductas, entre otras, determinarán la posición del niño dentro del
grupo de iguales, pudiendo distinguirse entre; (1) populares, altos en
preferencia e impacto social, (2) rechazados, altos en impacto y bajos en
preferencia social, (3) ignorados, bajos en impacto e intermedios en
preferencia social, (4) controvertidos, altos en impacto social e intermedios
en preferencia social, y (5) promedio, intermedios en impacto y preferencia
social.
Para terminar, en
cuanto al desarrollo moral, el niño escolar muestra según Piaget una “moral
autónoma”, que es una moral basada en el apoyo mutuo, el establecimiento de
reglas por consenso y la cooperación. Según Kohlberg, los niños escolares
avanzan progresivamente en el estadio de “moral convencional”, que parte de la
necesidad de cumplimiento de las normas para el buen funcionamiento social.