Luis Beltrán Prieto Figueroa y su Concepción de la Educación.
La filosofía de la educación venezolana ha pasado por distintas etapas, según los distintos regímenes de gobierno, contextos sociopolíticos, ideologías imperantes, etc. Cada uno imprime en el sistema educativo una huella que es fácil de dilucidar con sólo hacer una revisión somera de las estrategias de enseñanza y los roles del docente, del alumno y del Estado.
Este maestro, surgido del pueblo, fue Luis Beltrán Prieto Figueroa.
El Maestro Prieto, realizó importantes aportes al sistema educativo venezolano. La Federación Venezolana de Maestros, el Proyecto de Ley Orgánica de Educación Nacional del año 1948, gran cantidad de obras escritas dirigidas al mejoramiento del ejercicio docente, participación activa en la política del país, especialmente durante los turbios años desde 1941 a 1948, y sobre todo la introducción del concepto de Estado docente, basado en el pensamiento de Herman Heller y su Estado social.
La intención de esta investigación fue la de rescatar el pensamiento filosófico de una de las mentes más brillantes y productivas que ha tenido el país y que en su momento no fue apreciado, entendiendo que la sociedad y el Estado no estaban preparados para estas ideas tan novedosas, que aún mantienen gran vigencia y cobran mayor sentido. Se presenta un breve recuento de su vida y obra dentro del campo educativo, así como de sus principales aportes a éste; hace mención de su filosofía de la educación y de los roles de sus principales actores: docente, alumno, escuela y Estado, y cómo están interrelacionados entre sí.
LUIS BELTRÁN PRIETO FIGUEROA
Biografía
Luis Beltrán Prieto Figueroa nació en la ciudad de La Asunción en el estado Nueva Esparta, el 14 de marzo de 1902. Realizó sus estudios primarios y parte del bachillerato en la Escuela Federal Francisco Estéban Gómez. Culminó su educación secundaria en la capital del país, en el Liceo Caracas, bajo la tutela del maestro Rómulo Gallegos.
En 1934, Prieto Figueroa finalizó sus estudios en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela, y comenzó una intensa actividad política. En 1936 fundó el partido Organización Venezolana (Orve) y el Partido Democrático Nacional (PDN). Fue senador de Nueva Esparta entre 1936 y 1941, y nuevamente entre 1959 y 1969. Formó parte de la comisión redactora de la Constitución Nacional en 1936 y de la Carta Magna en 1961.
En 1941, Prieto Figueroa fundó quizás el partido más conocido de toda Venezuela, Acción Democrática (AD). Fue su secretario general entre 1958 y 1959 y lo presidió entre 1963 y 1967, año en el que se separó del partido y formó el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), el cual dirigió casi hasta su muerte.
Prieto Figueroa fue además secretario general de la Junta de Gobierno desde 1945 hasta 1948, así como Ministro de Educación entre 1947 y 1948, siendo en este período coautor del primer proyecto de Ley de Educación. El golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948 lo llevó al exilio, hasta el restablecimiento de la democracia en 1958. En este período lejos del país fue profesor de la Universidad de la Habana, y se dedicó incansablemente a la labor educativa como jefe de misión de la UNESCO en Costa Rica y Honduras.
A su regreso continuó su labor política y educativa. En 1959 fundó el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE). Luego promovió la publicación de las obras completas de Simón Bolívar y de Andrés Bello, fue coautor de la Ley de Educación vigente, promulgada el 9 de julio de 1980, y estuvo siempre presente en las comisiones presidenciales de educación.
Prieto Figueroa murió el 23 de abril de 1993. Su constante labor a favor de la educación en Venezuela lo hace merecerse el título de “maestro de maestros”.
APORTES EN LA EDUCACIÓN
Luego de la muerte de Juan Vicente Gómez, el nievo gobierno, asumido por Eleazar López Contreras, provee a la población algunas de las libertades de las que carecieron en el gobierno anterior. Libertad de prensa, de manifestar, de reunirse, fueron las primeras luces de una nueva era en el país. Sin embargo, la libertad de organización fue el derecho que marcó un hito en el proceso de transición que vivía el país. Partidos políticos y sindicatos se organizaron rápidamente, aunque no con muy buenos ojos para el estado por cuanto se apoyaron en la nueva corriente de pensamiento político y social: el comunismo.
Entre las organizaciones fundadas durante este período está el gremio de profesores; es a partir de entonces cuando la sociedad comienza a tomar conciencia sobre la importancia de la educación como función decisiva para lograr cualquier propósito de cambio o de renovación nacional.
Las ideas transformadoras necesarias para llevar a la educación a un nivel más elevado, fueron impulsadas entre otros por el Profesor Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien funda en 1932 la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria (SVMIP), dedicada al estudio de las ideas y movimientos pedagógicos que, para la época, ya tenían positiva acogida en algunos países de Europa y en los Estados Unidos, así como sus postulantes: John Dewey y Jean Piaget.
Cuando el número de representaciones de la SVMIP alcanzó una proporción significativa a nivel nacional, surgió la necesidad de revisar su estructura e infundirle una organización más dinámica y mejor identificada con los deseos de llevar a cabo funciones específicas dirigidas al bienestar de los maestros, de la cultura y de los niños. Para concretar este propósito, se convocó en agosto de 1936, la Primera Convención Nacional del Magisterio Venezolano, celebrada en Caracas entre el 25 de agosto y el 5 de septiembre de dicho año.
Este evento constituyó la primera movilización nacional de profesionales, realizada en el país hasta esa fecha. Su éxito fue tan rotundo, que dio paso para impulsar la conveniencia de imprimirle carácter gremial a la anterior Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, aspiración que al fin se concreta con la creación de la Federación Venezolana de Maestros, cuyo primer Presidente sería el doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Más allá del ejercicio docente, el maestro Prieto se presentó como un fecundo escritor y comunicador de esas ideas sobre las nuevas formas de enseñar a través de la exaltación de los valores que todo docente debe cultivar. Esta muestra de su condición de educador – comunicador, comienza a revelarse en 1936, cuando hace entrega, en su primer libro. Se trata de una nueva trayectoria que se inicia con su obra Psicología y Canalización del Instinto de Lucha.
Es ésta una publicación en la cual incursiona dentro de cierta temática social muy propia de la Venezuela postgomecista. En ella, Prieto plantea con indiscutible preocupación pedagógica, los riesgos previsibles para el futuro del país, si no se aborda de manera científica el estudio de las peligrosas manifestaciones de violencia presentes en algunos sectores de la sociedad, como desbordamientos de muchas tensiones reprimidas en la población, a causa de tantos años de represión padecidos durante la larga tiranía de Gómez.
Dada su sensible actitud de educador, alza la voz a tiempo para advertir que, ante los impulsos desbordados de un pueblo reprimido durante veintisiete años, no son propiamente las medidas compulsivas las que puedan garantizar efectividad en las nuevas tareas hacia las cuales se aspira orientar al país. Cualquier procedimiento represivo que se adopte, en lugar de ser una respuesta apropiada para calmar o neutralizar la intensidad de la violencia, probablemente pueda transformarse más bien, en un estímulo para aumentarla, sin esperanzas de garantizar después mayores posibilidades de control, cuando las consecuencias generadas o desencadenadas por su causa, en el futuro inmediato o lejano, ya hayan tomado proporciones de calamidad irreversible.
Gracias a la firmeza de dichos principios, logró mantenerse consecuente en la convicción de revalorizar la importancia del hombre, como factor esencial de todo proceso de transformación social. Por eso perseveró en defender la necesidad de canalizar los esfuerzos del ser humano, primordialmente, hacia propósitos que permitieran alcanzar la superación de sus precarias condiciones de vida.
En conformidad con esta posición, no llegó a vacilar nunca en la necesidad de orientar el rumbo de sus expectativas, hacia la meta del quehacer educativo.
Otro de sus grandes aportes en materia educativa, además de su legado bibliográfico, fue la creación del Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE) en 1959. En su labor como jurisconsulto integró la Comisión Redactora del Proyecto de Constitución Nacional (1936) y de la Carta Magna de 1961.
Asimismo, fue coautor del primer proyecto de Ley de Educación (1948) y de la Ley de Educación vigente, promulgada el 9 de julio de 1980. En 1986 formó parte de la Comisión Presidencial del Proyecto Educativo Nacional coordinada por el doctor Arturo Uslar Pietri.
Además de los aspectos anteriores, Prieto tuvo otras iniciativas de carácter institucional: Consejo Nacional de Universidades; Patronato de Roperos Escolares y Comedores Escolares; la primera escuela de Teatro de Venezuela (1947); el Taller Libre de Arte (1948); el Instituto de Profesionalización del Magisterio (1947), actual Instituto de Mejoramiento Profesional; adscribió la Radio Nacional, fundada en 1946, al Ministerio de Educación (1947), modernizando sus instalaciones.
En este último año incrementó la subvención por parte del Estado a la Orquesta Sinfónica de Venezuela, subvención existente desde 1936, e impulsó la creación del Servicio de Investigaciones Folklóricas Nacionales y el órgano divulgativo del mismo, la Revista Venezolana de Folklore, cuyo primer número corresponde al lapso enero-junio de 1947. Mediante una resolución del 10 de julio del mismo año, transformó la vieja Escuela de Artes y Oficios para Hombres en Escuela Técnica Industrial.
CONCEPTO FILOSÓFICO DE LA EDUCACIÓN
“Humanismo Democrático”
Para Luis Beltrán Prieto Figueroa, la educación está destinada a la formación integral del hombre con énfasis en el desarrollo humanístico, acorde con el contexto social específico, y su proyecto educativo estaba dirigido a la formación de hombres libres con herramientas para desarrollarse económica y socialmente dentro de la sociedad.
En el Proyecto de Ley Orgánica de Educación Nacional (1948), planteaba en la exposición de motivos los siguientes principios:
La filosofía de la educación nacional que fundamenta este proyecto puede sintetizarse en una expresión de neto contenido: Humanismo democrático.
Formar al hombre en la plenitud de sus atributos físicos y morales, ubicado perfectamente en su medio y en su tiempo como factor positivo del trabajo de la comunidad, tiene que ser la meta de un sistema educativo moderno. La educación venezolana ha de ser, por tanto, humanista, desde las escuelas primarias hasta los institutos superiores (Proyecto de Ley Orgánica de Educación. 1948:4-5)
Prieto definió una nueva idea de lo que debía ser la educación en el país y del rol que debía tener el Estado como actor docente en la construcción de una sociedad más equitativa y democrática, así como de los maestros como ejes impulsores de la educación de masas. Conocedor de la realidad venezolana, fue pilar fundamental en la implantación y desarrollo de nuevos esquemas en el proceso educativo venezolano. Definió lo que significa el Estado docente, las concepciones sobre la gratuidad de la enseñanza y el rol de la educación privada.
En la “Ley Orgánica de Educación” de 1948, se establecieron siete objetivos fundamentales:
• Lograr el desarrollo armonioso de la personalidad.
• Formar ciudadanos aptos para la vida y para el ejercicio de la democracia.
• Fortalecer los sentimientos de la nacionalidad.
• Acrecentar el espíritu de solidaridad humana y fomentar la Cultura.
• Valorizar el trabajo como deber cívico fundamental.
• Aprovechar las riquezas naturales.
• Desarrollar la capacidad productora de la nación. (LEY ORGANICA DE EDUCACION DE 1.948, Artículo 2º, Caracas).
El Estado Docente
Prieto hace uno de los más importantes aportes teóricos sobre la educación venezolana, expuestos en la tesis del Estado docente, la cual elaboró a partir del concepto Estado social de Hermann Heller, de la escuela política alemana. Esta tesis la expuso en una conferencia dictada en la escuela normal Miguel Antonio Caro (agosto 1946), cuando expresó que “todo Estado responsable y con autoridad real asume como función suya la orientación general de la educación.
Esa orientación expresa su doctrina política y en consecuencia, conforma la conciencia de los ciudadanos”. De acuerdo con lo anterior, la educación debía responder al interés de la mayoría y en tal sentido habría de ser democrática, gratuita y obligatoria combinando la igualdad de oportunidades y la selección sobre la base de las capacidades del individuo.
Por lo tanto, la educación es función esencial del Estado, y debe buscar dignificar la profesión docente.
El Alumno
Durante los últimos años de las primeras tres décadas del siglo veinte las generaciones emergentes del país, comprendidas desde la infancia hasta los grupos de mayor madurez, especialmente las correspondientes a la juventud, enfrentaban la realidad de haber sido formados dentro de una tradición sociocultural basada en principios autoritarios, propios del sistema sociopolítico que venía rigiendo el comportamiento del país.
Entre los propósitos de mayor valoración social perseguidos por la educación de aquella época estaban la obediencia, el respeto y la sumisión irrestricta a los criterios de la autoridad, ya fuera ésta relativa al hogar o al resto de las instancias socioculturales o políticas de la colectividad, resaltando como normas de conducta a ser perseguidas por el sistema.
Entonces, es fácil suponer la magnitud del grado de rigidez predominante en la clase de educación que se debía impartir en aquellos tiempos para poder proporcionar de manera consecuente el tipo de ciudadano requerido por la sociedad de entonces.
En virtud de tal preocupación hombres de una mentalidad tan progresista y revolucionaria en el ámbito cultural, social y político como lo fue el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, no pudieron eludir la necesidad de plantear una nueva orientación para la educación que debía implantarse en el país, con el fin de hacer posible una nueva sociedad totalmente distanciada en inquietudes culturales e ideales políticos y sociales, de aquella que predominó durante la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Por tal motivo, así como estuvo consciente siempre de la necesidad de formar un magisterio con nueva mentalidad para asumir las responsabilidades del desarrollo futuro del país, asumió de igual modo la tarea de luchar por una educación más a tono con los requerimientos nacionales. Se trataba de un enfoque diferente, según el cual la actividad del educador debía desarrollarse como una función formativa, cuyo mayor énfasis radicaba en el respeto a la personalidad del educando.
Con esta nueva concepción, los intereses del niño y su naturaleza psicofísica pasan a ser los principales elementos a tener en cuenta para determinar las condiciones y propósitos en los que deberá inspirarse el proceso de su formación. El niño es ahora el ser y el sujeto que protagoniza el proceso educativo y no propiamente, como hasta entonces venía ocurriendo, el objeto de la educación.
Ahora es un ente propio y autónomo, con esencia y facultades muy bien definidas, para que no se lo continúe considerando sólo como un instante en la vida del hombre.
Ésta pasará a ser una concepción de implicaciones y consecuencias técnicas tan novedosas en cuanto a enfoques y procedimientos pedagógicos, que sus efectos no tardarán mucho en hacerse sentir en la educación, mediante cambios absolutamente radicales en los métodos de enseñanza, hasta favorecer el justo reconocimiento y respeto de la personalidad y naturaleza psicosocial del niño, para lograr de este modo, que se definan y pongan en práctica los principios y normas que deberán regir en el proceso formativo de su personalidad.
El Maestro
La tesis sostenida por el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa sobre el rol del maestro en la conformación del futuro de Venezuela, se manifiesta como una posibilidad estrechamente vinculada con el progreso de su educación, cuyo logro será cada vez más efectivo y duradero en aquella medida en que los maestros sean capaces de luchar con voluntad para elevar el nivel cultural de sus habitantes.
El maestro debe desempeñarse como un orientador social nato y como consecuencia lo fuerza a tener que cumplir obligaciones profesionales de tan compleja naturaleza que no son fáciles de asumir por ninguno de los otros conductores cívicos de la sociedad.
Es el maestro quien tiene capacidad y formación para influir en el comportamiento humano y están capacitados para desarrollar las facultades creativas de los hombres, para hacerlos actuar en la dirección correcta; en una palabra, para educarlos.
En su libro El Concepto del líder, el maestro como líder (1969), Luis Beltrán Prieto Figueroa expresaba lo siguiente:
No puede ser educador quien ha perdido la capacidad para aprender. No puede ser educador quien no sienta la inquietud de renovación permanente, porque la educación es eso, un proceso de cambio y de transformaciones en el cual nosotros cambiamos con el mundo al mismo tiempo que intervenimos en el cambio en éste realizado.
Educar es auto educarse.
En este sentido, el Maestro Prieto estudió la situación relacionada con el proceso evolutivo de la educación, tomando en cuenta la debilidad existente entre la identidad nacional y sus raíces, con las exigencias del presente y más aún por su escasa visión proyectiva como servicio que debe estar siempre en guardia contra la obsolescencia y, por consiguiente, intuir y adelantarse a los requerimientos del futuro.
Propugna y estimula el liderazgo del educador para que sepa descubrir y encauzar de manera positiva todas las reservas de creatividad encerradas en el mundo de los jóvenes. Para que descubra y se aproveche de la facultad renovadora de la educación y una vez ya en posesión de tal seguridad procurar juntos, maestros y alumnos, sentir la satisfacción de saberse actualizados para inspirarse un recíproco entusiasmo de superación permanente.
La Escuela Renovada. Métodos de Enseñanza
Para el Maestro Prieto la escuela renovada no consiste sólo en una transformación de métodos y procedimientos, esto apenas son los medios; la Escuela Renovada es la creación de un espíritu.
Si la escuela antigua fue expresión de regímenes autocráticos, la educación renovada, que aspira a incorporar a todos los hombres a la vida libre de la colectividad, es democrática, y por tanto pide la intervención de los alumnos en su propia educación, dejando al maestro la función de guía inteligente, que condiciona la experiencia y hace factible una auto dirección de los espíritus infantiles, que marchan a la integración.
Sólo se aprende lo que se practica y por ello es necesario auspiciar la introducción de las prácticas democráticas en la escuela; si el mundo ha de ser democrático, el pueblo precisa aprender a serlo; y cualquiera que sea el régimen educativo será preciso que se enseñe, en cualquier lugar y de cualquier modo. Hay un modo de enseñarlo y la escuela precisa practicarlo.
Arturo Uslar Pietri y su Concepción de la Educación
En un discurso, pronunciado en la Universidad de los Andes en 1963 y titulado “Una educación para la vida”, Arturo Uslar Pietri sintetizaba algunas preguntas que ahora, luego de 33 años, adquieren una presión apremiante y promueven una vigencia estremecedora. Cuatro eran las interrogantes: “¿Qué estamos haciendo con nuestros jóvenes? ¿De cuáles sistemas y dispositivos disponemos para recibirlos, guiarlos e incorporarlos atinadamente a una vida útil para ellos y a una obra de desarrollo correcto del país? ¿Estamos listos para manejar y dirigir ese inmenso capital de juventud, de energía, de esperanza o, por el contrario, no podremos hacer otra cosa que despilfarrarlo, desaprovecharlo o, lo que aún sería peor, convertirlo en factor negativo y en lastre para el avance social y económico de la nación? ¿Tiene nuestra educación una respuesta adecuada que ofrecerle a las ansias y a las premuras con que esa ávida y material muchedumbre surge en el horizonte de nuestro quehacer histórico?” Más dolor que aliento producen las posibles respuestas a estas preguntas, ya que es mucha la desesperanza que resulta de observar que, si durante muchos años se cometió el error de formar consumidores de riqueza y de conocimiento ahora, en lugar de reorientar el esfuerzo hacia la idea de productores de riqueza y conocimiento, se privilegian las intenciones adoctrinadoras y revanchistas.
El drama de nuestros días es que estamos siendo testigos de visiones regresivas que intentan convertir el pasado en la legítima perspectiva del país. En el marco de esta extemporánea distorsión se hace necesaria la evocación de quien junto con Simón Rodríguez, Andrés Bello, Cecilio Acosta y Luis Beltrán Prieto? constituye uno de los más emblemáticos educadores de Venezuela.
Arturo Uslar Pietri no fue exclusivamente un educador pero fue esencialmente un educador. En efecto, él no estuvo encerrado, de manera absoluta y excluyente, en ninguna de las disciplinas intelectuales que cultivó, más bien, fue un hombre polifacético. Sin embargo, el amplio dominio de tantos campos del saber lo ejerció con la intención reiterada, y casi obsesiva, de comunicar, transmitir y transferir, con lo cual demostraba que la vocación educadora constituía el núcleo desde el cual emanaban las fuerzas centrífugas y centrípetas de su esfuerzo humano.
Todo lo que sabía, lo sabía, porque sabía que la educación era el mejor medio para saber de si mismo y de su tiempo. Pero, asimismo, todo lo que sabía, lo sabía, porque sabía que la educación era también el mejor medio para relacionarse con los demás y para crecer con los otros. Desde esta perspectiva se entiende que Arturo Uslar Pietri no vio a la educación solamente como un educador, la acometió como todo lo que era y desde todo lo que pensaba. Reflexionó sobre ella con todo lo que sentía y a partir de todo lo que aspiraba.
La entendió como una expresión relacionada con el origen de todo, como un acontecimiento asociado con la naturaleza de todo y como una referencia vinculada con el destino de todo.
Al sistematizar formalmente sus actividades y aportes en materia de educación, tendríamos que recordar que en 1937 fue designado profesor de la cátedra de Economía Política de la Facultad de Derecho de la U.C.V.
Esta dedicación por la economía derivó en la creación de la Facultad de Economía en 1938. El ejercicio de dicha cátedra le permitió organizar una copiosa información sobre la materia con lo cual compensó la ausencia de textos producidos en el país. Ello lo condujo a la publicación de un libro académico de titulo “Sumario de la economía”.
También, dentro del mundo universitario, fue fundador de la cátedra de Literatura Venezolana de la U.C.V. y autor de otros dos textos académicos: “Breve historia de la novela hispanoamericana” y “Sumario de la civilización occidental”.
Desde el mismo año que comienza su labor docente, se entrega con una devoción y una dedicación ininterrumpida a escribir y opinar sobre la educación. Su primer artículo fue sobre la escuela rural y lo publicó en la revista Elite. Desde ese momento no abandonará la reflexión continua sobre los temas del niño, del maestro, de la escuela, de la calidad de la educación y, en general, del impacto de estos asuntos en el destino de Venezuela. Esa identificación intelectual y afectiva lo conducen al Ministerio de Educación durante el periodo presidencial del General Eleazar López Contreras.
Asumió la responsabilidad del Ministerio siendo muy joven y con las limitaciones asociadas a la segunda guerra mundial. Ejerció esta cartera desde el 19 de julio de 1939 hasta el 3 de marzo de 1941. Durante estos escasos veintidós meses desarrolló iniciativas y concretó realizaciones de fuertes repercusiones.
Algunas cifras muestran resultados reveladores: en 1936, el índice de analfabetismo en Venezuela superaba el 70% de la población adulta, mientras que para 1941 se había reducido a 57%. En 1936, sólo estaba inscrita en las escuelas 20% de la población en edad escolar, mientras que para 1941 se contaban 4.663 planteles federales. Asimismo, puede destacarse que para el año 1935 habían dos escuelas normales federales y un plantel privado con apenas 141 inscritos, en cambio para 1940 funcionaban cinco establecimientos federales y catorce privados, con un total de 1.105 estudiantes.
Pero su aporte rebasaba lo simplemente cuantitativo.
Cabe reseñar, en una dimensión cualitativa, que impulsa y crea escuelas normales con la clara intención de favorecer la calidad del trabajo docente. Paralelamente y con el mismo propósito, promueve la capacitación de los maestros en ejercicio mediante actividades que van, desde cursos de verano, hasta iniciativas por correspondencia.
A estos esfuerzos se añade su renovado empeño por especializar la enseñanza en el campo dentro del foco de vincular la educación a las características regionales y a las exigencias propias de los ambientes rurales. Con esta idea concibe una escuela normal rural con lo cual se convierte en un antecesor de las políticas de regionalización.
En el orden de sus contribuciones deben subrayarse sus gestiones para la aprobación de la Ley de Educación de 1940, esfuerzo en el cual no había alcanzado éxito su antecesor, Enrique Tejera. Arturo Uslar Pietri le imprime su visión a esta Ley, muy especialmente en una de sus ideas más consecuentes: convertir la escuela primaria en “la clave, la esencia y la condición necesaria de todo sistema educacional”. En este proyecto se estableció la gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria elemental. La Ley entró en vigencia en septiembre de 1941.
Debe destacarse, desde una perspectiva propiamente pedagógica, su preocupación por estimular la dedicación y el rendimiento estudiantil. Amparado en esta idea establece el requisito de efectividad y buena conducta para repitientes y fomenta el reconocimiento a los estudiantes de mejores promedios. Asimismo, estimula el concepto vocacional y la orientación de la educación hacia las necesidades del desarrollo del país.
Para ello, establece dos ciclos para la educación media: uno dedicado al bachillerato general con una duración de cuatro años, y otro de especialización preuniversitaria, de dos años. Las ideas de diversificación también fueron objeto de un importante impulso. En varias ocasiones sostuvo que el concepto unilateral y lineal del sistema educativo encerraba la secuencia de los estudios e impedía salidas eficientes hacia profesiones prácticas.
Inspirado en esta razón, promovió la expansión de los programas de las escuelas técnicas, especialmente las relacionadas con la educación técnica industrial, la de artes y oficios para mujeres, y la de artes plásticas y aplicadas.
La idea básica que sirvió de marco a sus reflexiones y acciones a favor de la educación siempre fue la de vincular la educación con la vida, es decir, con la realidad histórica, económica, social e individual de las personas. En más de una oportunidad, sostuvo que la misión que ella debe asumir es la de “enseñar a vivir”.
Quizá, esta sentencia fue la que lo llevó a ejercer su magisterio en espacios más abarcadores que los proporcionados por los recintos de la educación formal. Por eso, ejerció su vocación educadora y asumió sus acciones pedagógicas, también por las vías de la comunicación social así como mediante los recursos propios del ensayo y de la divulgación periodística.
Uno de los esfuerzos más sostenidos e influyentes de la historia del medio televisivo y radial se asocia con el programa “Valores Humanos”. Visto en retrospectiva, se hace posible establecer la explícita correspondencia entre la educación y los valores humanos y los valores humanos para la educación. Estas dos vertientes se conjugaban en una cita semanal que convocaba un público plural en edades e intereses.
Algo superior a la nostalgia se siente cuando recordamos un esfuerzo tan orgánico e influyente como aquel que desarrolló Uslar Pietri, desde el 25 de noviembre de 1953 hasta 1987. Las emisiones de cada programa se introducían con la célebre expresión “Amigos invisibles”, luego de la cual se disfrutaba de una disertación tan amena como densa y tan erudita como didáctica. Políticos, artistas, músicos, poetas, novelistas, científicos y sacerdotes, así como algunos temas asociados a asuntos palpitantes, fueron abordados con una magistral capacidad divulgativa y educativa.
Esto era posible, además, por el dominio del complejo y exigente medio televisivo, así como por un extraordinario control del tiempo, con lo cual siempre aseguraba un redondeo preciso de las ideas y un establecimiento de conclusiones enriquecedoras. El tejido impecable de los argumentos se animaba con apoyos visuales, tales como mapas, fotos, imágenes, diagramas y otros recursos, que ilustraban adecuadamente la secuencia de los comentarios. Todo esto transcurría sin que mediaran lecturas ni esquemas que pautaran el desenvolvimiento de los discursos.
Libertad, dominio y seguridad eran las únicas guías que orientaban sus exposiciones. Las versiones transcritas de estos programas fueron publicadas, en varios tomos por Ediciones Edime.
En la edición de 1968 se lee el siguiente testimonio de Uslar Pietri: “VALORES HUMANOS constituye para mí una experiencia preciosa… Este tipo de comunicación directa abre nuevas posibilidades a la difusión de lo conocimientos, que alcanzan a un público más vasto, de una manera más poderosa y actuante que la del periódico, la escuela y el libro.
La utilización adecuada de este nuevo instrumento puede cambiar todo el panorama de la educación de masas”. Es ilustrativo recordar que el intelectual colombiano, Germán Arsiniégas expresó sobre este programa lo siguiente: “…No hay venezolano, desde que Venezuela existe, que haya sido más oído que él… Escuché durante mi estancia en Venezuela las charlas de Arturo por la televisión y no conozco ningún otro expositor que llegue más directamente a un auditorio más grande con un encanto mayor”.
Pero la acción y la influencia educativa de Uslar Pietri también encontró un poderoso medio en los espacios de opinión de la prensa. Su primera opinión formal sobre educación se produjo en un artículo titulado “Conciencia general” en el Diario Ahora (Caracas, 2 de febrero de 1936). Luego escribió seis ensayos que fueron publicados en la revista Elite durante 1936 y 1937, los cuales estaban dedicados a: “Matamos sistemáticamente al venezolano”, “La crisis de la responsabilidad”, “El libro venezolano”, “Rumbo a las asociaciones culturales”, “Una escuela rural” y “La historia y la cultura”.
Después se produce un paréntesis dentro del cual desaparece el tema educativo, para aflorar nuevamente en junio de 1948, cuando escribe un artículo sobre “La crisis de la universidad venezolana” en el diario El Nacional. Desde ese momento sus reflexiones sobre el tema educativo se extendieron a lo largo de toda su vida.
Estas aproximaciones siempre estuvieron presididas por la idea de una educación para la vida y, especialmente, para la vida productiva, la cual debe incluir la preparación tecnológica y la sintonía con las necesidades del país. Con base en estas referencias, precisó reiterados diagnósticos que criticaron la instrucción libresca y tediosa de la escuela tradicional, en donde ni siquiera se enseñaba a hablar y a escribir.
Asimismo rechazó los métodos memorísticos que abusan de la repetición de las reglas que no se asimilan y que distancian a los estudiantes de las vivencias de aprendizaje. A esta escuela distorsionada se añade la antiescuela de la calle que, sin embargo, atrae más al joven que la propia escuela.
Otro aspecto de preocupación para Arturo Uslar Pietri fue el de relacionar la educación con los avances científicos y tecnológicos, así como con la paradójicas realidades internacionales. En este sentido, propuso una concepción de la escuela como puente hacia la sociedad global y amparado en esta idea, defendió en su oportunidad (1989) el informe coordinado por Edgar Faure para la UNESCO. Su opción fue coincidente: no sólo aprender a aprender, o aprender a hacer, se requiere que el ser humano aprenda a ser.
Igualmente, Uslar Pietri tuvo una anticipada comprensión de la importancia de la informática. En 1978, publicó un artículo titulado “Informática y poder” en el cual visualizó el papel de los bancos de datos como fuente de poder en el futuro. También prefigura la necesidad de recurrir a la informática en la escuela para evitar anacronismos y divorcios entre la tecnología y la educación.
En el orden de estos temas palpitantes, abordó igualmente la relación entre la escuela y el ambiente. Desde los inicios de sus reflexiones sobre la educación enfatizó la ausencia de un componente ecológico en la escuela, así como la significación de los recursos naturales para el presente y futuro del país.
Las ideas educativas de Uslar Pietri alcanzaron un ámbito mayor al del artículo ocasional. En su extensa bibliografía pueden observarse libros con particulares focos educativos.
Se recuerdan, en este sentido, títulos como: “Materiales para la construcción de Venezuela” (1955); “Educar para Venezuela” (1982); “De una a otra Venezuela” (1992); “Fachas, fechas y fichas” (1982); “Oraciones para despertar” (1968); “Vista desde un punto” “(1971); “Mensaje a los maestros” (1975); y “La isla de Robinsón” (1982), entre otros.
No pueden dejar de recordarse diversas intervenciones, discursos y documentos dedicados al tema de la educación. De manera particular debe destacarse el “Informe de la Comisión Presidencial para el Estudio del Proyecto Educativo Nacional”.
Esta comisión fue presidida por él, desde su constitución en 1985 hasta la presentación del informe en 1986. Luego de un detallado recorrido diagnóstico, el Informe precisa que surge la necesidad de un PROYECTO EDUCATIVO NACIONAL como respuesta a la crisis de la educación y de la sociedad venezolana. Este proyecto sostiene que una filosofía educativa deberá fundamentarse en las siguientes orientaciones:
1) Que se entienda que la educación tiene un “doble papel, de un lado, ella cumple una función formadora del ser social, por otra parte, la educación también tiene una función de transmisora a tono con sus nuevas exigencias sociales. La escuela, la familia, los medios de comunicación social, la iglesia y los partidos políticos, entre otras, son instituciones que participan en esas funciones”.
2) Que se desarrolle “una educación que no deje sin destino útil y deseable a ningún ser humano y que corresponda al concepto expresado hace tanto tiempo por Simón Rodríguez de enseñar a las gentes a vivir”.
3) Que se acepte que “la educación no puede ni debe reservarse sólo para los mejores dotados, ni tampoco puede pretender educar a todos de igual manera. La educación para ser efectivamente igualitaria debe ser compensadora y descubridora de vocaciones y aptitudes, que debe contribuir a desarrollar”.
4) Que se enfatice a la educación como “una fundamental posibilidad de todo el ser humano; cualquier que sea su edad ella le acompaña desde la cuna hasta la tumba. Por ello la educación debe preparar para la vida y para el trabajo, logrando así una formación integral del hombre, que le permita adaptarse a un mundo en permanente transformación”.
Para culminar estas orientaciones se puntualiza que todo el esfuerzo educativo debe proyectarse hacia “el desarrollo de espíritus libres, con criterios abiertos a la duda, y en permanente búsqueda del conocimiento, estimulando el ejercicio del criterio propio que permita el cuestionamiento de cualquier formulación dogmática”.
El haber tomado contacto, aunque sea de manera muy apresurada, con los propósitos y propuestas, así como con los deseos y visiones que Arturo Uslar Pietri tuvo sobre el tema educativo, nos deja la sensación de que ellos, además de continuar pendientes, se han hecho más severos.
Pero, lo más doloroso es que incluso, ahora, se está desmontando hasta la plataforma sobre la cual él afianzó sus exhortaciones. Esta dramática realidad nos obliga a aceptar que, además de pensar con Uslar, en cómo reconstruir a Venezuela, nos toca previamente evitar que siga siendo desconstruida..
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